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¿Qué es el Priorato de Sión?

¿Qué pasaría si Jesús se hubiera casado, tenido hijos y que en la actualidad sus descendientes vivieran?



Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln relatan la historia de las pistas que les llevaron a formular sus asombrosas conclusiones en su best-seller"The holy blood and the Holy Grail" (La santa sangre y el Santo Grial), publicado en 1982. El libro ha provocado reacciones tanto de entusiasmo como de rechazo entre los lectores. Los críticos convencionales -como era de prever- han descartado las afirmaciones de los autores considerándolas una fantasía absurda, basada en pruebas insustanciales. Pero esos comentarios son tan injustos como falsos. Nadie puede descartar por las buenas las numerosas pruebas reunidas, que por lo demás son presentadas con suma cautela. Más bien podría afirmarse que estos autores han subestimado la amplitud y las verdaderas implicaciones del material que han reunido, y que han pasado por alto muchas cosas. Tras los secretos revelados subyace un misterio aún mayor.

Los autores del libro presentan pruebas de la existencia de un antiguo misterio de alcance internacional y de una sociedad secreta con numerosos estratos y cuya influencia ha llegado hasta hoy. El punto de partida de su investigación fue un enorme y enigmático tesoro escondido; su conclusión final es la asombrosa afirmación de que Jesús se casó con María Magdalena y tuvo hijos. Los descendientes de esos hijos -creen ellos- emparentaron con otros reyes y gobernantes de la antigüedad, sobre todo con los merovingios, la primera dinastía de reyes francos en las Galias, y existen todavía descendientes directos que aguardan un llamado -o una oportunidad- para asumir un papel decisivo en la política europea y, posiblemente, en la mundial. Eso, por lo menos, es lo que los autores deducen de los hechos que han descubierto.

La vinculación entre la santa sangre y el Santo Grial que aparece en el título del libro parte de un ingenioso juego de palabras. El Santo Grial es un concepto complejo y misterioso. Para algunos autores es una piedra; para otros un depósito de reliquias santas. Pero, con más frecuencia, se trata de la copa que utilizó Cristo en la Última Cena, copa en la que fue recogida su sangre cuando estaba en la cruz. En muchos de los primeros manuscritos sobre el Grial se lo llama Sangraal y aún en la versión posterior de Malory aparece como Sangreal. Baigent, Leigh y Lincoln afirman que alguna de estas formas -Sangraal o Sangreal- estaban más cerca de la original. Y dividiéndolas en dos palabras, como parece lógico hacer, llegan a la conclusión de que la palabra tal vez originariamente no fuera «San Graal» o «San Grial», sino «Sang Raal» o «Sang Réal». «O -como afirman triunfalmente- empleando la ortografía moderna, Sang Royal, es decir, sangre real.» O sea que la leyenda sobre el traslado del Santo Grial de Judea a Europa no se refiere a la leyenda del traslado de un objeto, sino a la verdadera historia de la llegada de los descendientes de Jesús y María Magdalena, portadores de la sangre real o «sang réal».

Se trata, por lo menos, de una hipótesis impresionante. Pero la hipótesis de la existencia de estos descendientes vivientes de Cristo constituye un eslabón débil en la cadena de argumentación de los autores, una interpretación muy poco convincente de los hechos. Parece improbable, por ejemplo, que en las docenas de generaciones que se han sucedido desde los tiempos de Cristo ningún descendiente haya sucumbido a la tentación de anunciar «Soy un descendiente directo de Cristo.»

No encontramos rastros de semejante revelación en los últimos 2.000 años, ni tampoco ninguna prueba sólida de una progenie real. En cambio, contamos con un montón de pruebas e historias que se refieren tangencialmente a un misterio central y a detalles concretos, como el Santo Grial , calaveras que hablan y cabezas cortadas, a la sangre como sustancia y como símbolo, a maravillas alquímicas y a algún tipo de sociedad de ancianos o iniciados. Pero aunque los autores tengan razón en cuanto a la supervivencia de los descendientes de Cristo, el misterio central es más amplio y antiguo. La historia de Cristo y los hechos que la rodean constituyen sólo una pieza (aunque una pieza importante, sin duda) de un mosaico cuya envergadura es mucho mayor de lo que parece.

Monjes guerreros


Baigent, Leigh y Lincoln afirman que los caballeros templarios figuraron entre los más importantes depositarios del secreto. Esta sociedad de monjes guerreros se formó alrededor de 1120, para proteger a los peregrinos que iban a Tierra Santa. Con asombrosa rapidez se transformaron en una poderosa fuerza militar y, además, en los banqueros de Europa. Pero su influencia se eclipsó bruscamente en la noche del viernes 13 de octubre de 1307, cuando en cumplimiento de una orden de Felipe IV de Francia todos los templarios de aquel país fueron arrestados. Hubo juicios y castigos, y la orden fue suprimida, por orden del papa, en 1312.

Los autores han descubierto documentos que indicarían que los templarios constituían el ala militar de una alianza mística más antigua, llamada Priorato de Sión. Dicha alianza, según ellos, fue creada y continúa existiendo con el propósito de proteger y promover los intereses de los descendientes directos de Cristo. La lista de dirigentes del Priorato de Sión a través de los tiempos resulta impresionante; incluye a Leonardo da Vinci, Botticelli, Isaac Newton, Victor Hugo y Claude Debussy, y también a unos cuantos aristócratas franceses aparentemente poco importantes.

Durante los juicios a que fueron sometidos los templarios franceses en 1308, un miembro de la orden declaró que en su iniciación le fue mostrado un crucifijo y se le dijo: «No deposites mucha fe en esto, porque es demasiado joven.» A otro se le dijo: «Cristo es un falso profeta»; y a un tercero: «No creas que Jesús, el hombre a quien crucificaron los judíos en Outremer (Palestina) es Dios, ni que puede salvarte.» Además de otras acusaciones concretas, los templarios fueron acusados de negar, pisotear y escupir la cruz. Tomando en cuenta esto quizá sea significativo que en sus decoraciones de la iglesia de Notre-Dame de France, en Londres, realizadas en 1960, Jean Cocteau, quien supuestamente sucedió a Debussy como jefe del Priorato de Sión, se representara a sí mismo de pie, de espaldas a la cruz. Y lo que es más: al pie de la cruz pintó una gigantesca rosa, símbolo místico cuya antigüedad se pierde en la noche de los tiempos.

Baigent, Leigh y Lincoln admiten que no existe una explicación satisfactoria del rechazo de la cruz y la crucifixión por parte de los templarios. Pero no reconocen la grave debilidad que significa este rechazo en sus razonamientos. Si los templarios y sus asociados rechazaban a la cruz y la crucifixión (por cualquier razón), ¿por qué iban a dedicarse a preservar el secreto de la descendencia física de Jesucristo y a restablecerlos en el poder? Una explicación posible que los autores plantean luego es que quien murió en la cruz fue un falso Jesucristo, y que el verdadero escapó. Pero ése no parece ser el tenor de las afirmaciones de los templarios: «Cristo es un falso profeta» y no «ése era un Cristo falso». Y ¿cómo interpretar la observación acerca de que el crucifijo es «demasiado joven» para ser objeto de veneración? De hecho, existen muchas pruebas que demuestran que las preocupaciones de los templarios eran otras, inmemoriales y mucho más misteriosas.

Los templarios también fueron acusados, tanto por la Iglesia como por persistentes rumores populares, de creer que las cabezas barbadas y las calaveras que adoraban en secreto podían «hacer florecer los árboles y germinar la tierra». Esta acusación pude parecer inocua a primera vista, pero, de hecho, vincula firmemente las prácticas y tradiciones templarias con las antiguas religiones precristianas de la fertilidad, con cosas que no eran «demasiado jóvenes» para tener verdaderos poderes ocultistas. Existen muchas otras cosas que los autores no consideran, por ejemplo el hecho de que los templarios gritaban «Selah» y otras palabras «sin sentido» cuando se postraban ante las cabezas. «Selah» aparece ocasionalmente al final de algunos versos de los Salmos, y los eruditos han sugerido que podía tratarse de una indicación musical para los directores de coros. Pero hay otra explicación posible: ¿no sería una corrupción de «Shiloh»?. Shiloh es un antiguo emplazamiento en las montañas cercanas a Jerusalén (los templarios nacieron en Jerusalén), al que los antiguos judíos consideraban lugar sagrado y cuyo nombre aparece en el Antiguo Testamento para indicar al «Mesías». Sin embargo, como la misma Jerusalén y el Sabbath judío, Shiloh era considerado mujer por los judíos, lo cual resulta muy significativo.

Traición y Caída


Los caballeros templarios fueron entregados a traición a la Inquisición, y arrestados simultáneamente el viernes 13 de octubre de 1307. Dada la preocupación medieval por la numerología, quizá eso sea significativo. Y aunque quienes atacaron a los templarios no tomaran en cuenta esos detalles supersticiosos, quizá alguien lo hizo. Porque según argumentan los autores, alguien organizó la caída de los templarios, pero les avisó con anticipación, y les permitió destruir la mayor parte de sus archivos y llevar a lugar seguro su enorme tesoro y sus reliquias sagradas (incluido, quizá, el sudario de Turín y la cabeza momificada de Cristo). Quizás al Priorato de Sión le interesó en un momento dado reprimir a su brazo militar con tal de evitar males mayores: por ejemplo, para evitar que el misterio central, el tesoro o sus propósitos a largo plazo resultaran destruidos.

El número 13 desempeña un papel significativo en el misterio revelado por Baigent, Leigh y Lincoln. Partiendo del libro de éstos, consideremos una de las muchas sugerencias que arrojan luz sobre dicho número. Los registros afirman que el Gran Maestre del Priorato de Sión desde 1637 hasta 1654 fue J. Valentin Andrea. A principios de ese mismo siglo el movimiento Rosacruz -una misteriosa fraternidad que decía poseer ciertas «verdades espirituales»- había anunciado su existencia en Europa. Andrea era un rosacruciano practicante, aunque sabía que durante 200 años todas las herejías habían sido severamente castigadas por la Iglesia.

Andrea organizó en Europa una red de sociedades semisecretas, las Uniones Cristianas, destinadas a preservar algunos «conocimientos» que la Iglesia ortodoxa consideraba heréticos. Cada una de esas uniones estaba encabezada por un «príncipe» anónimo, asistido por 12 seguidores. Este número, por supuesto, evoca inmediatamente las bandas de brujas -12 hombres o mujeres dirigidos por un «familiar» o iniciado- y el grupo formado por Jesús y sus 12 discípulos.
Un hecho particularmente fascinante que citan los autores está relacionado con Juan XXIII. El hecho de que Angelo Roncalli tomara ese nombre al ser elegido en 1959 resulta sorprendente, si se considera que un antipapa del siglo XV también se llamó Juan XXIII. Después de la muerte del papa moderno, Pier Carpi formuló la hipótesis de que él había sido el «hermano Johannes» cuyas profecías se habían revelado tan acertadas. También hubo quien sugirió que era miembro de la Rosacruz y del Priorato de Sión. ¿Acaso adoptó el nombre de Juan porque era el nombre de pila de Jean Cocteau, Gran Maestre de Sión en aquella época?.

La coincidencia parece más significativa si se considera otro hecho: el papa Juan moderno decretó que los católicos tenían permiso para ser masones, lo cual representó un giro de 180 grados en la política del Vaticano. Los masones dicen ser descendientes directos de los mismos caballeros templarios, pero también de organizaciones como las Uniones Cristianas. Además, Juan XXIII proclamó que el hecho más importante de la crucifixión no fue la resurrección, sino el derramamiento de la sangre de Cristo. Esta extraña proclamación hace pensar en el Santo Grial, el receptáculo que, según se cree, recogió la sangre que Cristo derramó en la cruz, mientras que para Baigent, Leigh y Lincoln la sangre de Cristo significa la línea sanguínea, la descendencia de Cristo.

Pero de hecho, como veremos, las implicaciones de la sangre son más antiguas y más amplias de lo que suponen los autores. La mayor parte de los cristianos se sorprenderán al saber, por ejemplo, que la palabra sabbath, sábado (del acadio shabattu o shapattu), significa originalmente «festival de la diosa de la Luna que menstrua».

Son estos temas, aparentemente desvinculados entre sí, los que empezaremos a analizar, descubriendo una red de sociedades secretas y públicas conectadas entre sí.

Las Bodas De Caná: ¿Matrimonio De Cristo?


¿Se casó Jesucristo? Según Michael Baigent, Richard Leigh, y Henry Lincoln, autores de "The holy blood and the Holy Grail", los propios Evangelios lo sugieren.

Citan, en particular, el primer milagro importante de Jesús, la transformación de agua en vino en las bodas de Caná (Juan 2:1-13). Según la conocida historia, Jesús y su madre María fueron invitados -o «llamados»- a una boda campesina. Por razones que el Evangelio no explica, María pidió a Jesús que repusiera el vino, cosa que normalmente hubiese correspondido al dueño de casa o a la familia del novio. ¿Por qué iba a hacerlo, a menos que, en realidad, se tratara de su propia boda? Hay pruebas más directas que aparecen inmediatamente después de la realización del milagro, cuando «el maestresala de la boda llamó al novio y le dijo "Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos el inferior, pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora".» La implicación es clara: la boda es la del mismo Cristo.

Si la suposición es correcta, hay que preguntarse: entonces, ¿quién fue la esposa de Cristo? Nuevamente, los autores tienen una respuesta. Las dos candidatas más obvias, después de leer los Evangelios son María Magdalena y María de Betania. Los autores suponen que esos dos personajes son en realidad una sola mujer, y que fue la esposa de Cristo. En los Evangelios apócrifos, que fueron suprimidos a principios de la historia de la Iglesia, se encuentran algunas confirmaciones de esta teoría. En el Evangelio de María, por ejemplo, Pedro habla a María Magdalena con estas palabras: «Hermana, sabemos que el Salvador te amaba más que al resto de las mujeres. Dinos las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces pero nosotros no.» Después, Pedro se queja a los demás discípulos «¿Verdaderamente hablaba en privado con una mujer y no abiertamente con nosotros? ¿Debemos dar media vuelta y escucharla a ella? ¿La prefería a nosotros?» Más tarde, uno de los otros discípulos lo consuela: «Seguramente el Salvador la conocía muy bien. Y por eso la amaba más que a nosotros.»

El Evangelio de Felipe es aún más enfático: «Y la compañera del Salvador es María Magdalena. Pero Cristo la amaba más que a todos los discípulos y solía besarla con frecuencia en la boca. Los demás discípulos se ofendieron por esto y expresaron su desaprobación. Le dijeron "¿Por qué la amas más que a todos nosotros?" El Salvador respondió diciéndoles "¿Por qué no os amo como a ella?"»

Los autores señalan que, hacia el final de ese Evangelio, hay otro pasaje relevante que, para quienes estén dispuestos a aceptarlo como prueba, resuelve la cuestión: «Está el Hijo del hombre y está el hijo del Hijo del hombre. El Señor es el Hijo del hombre y el hijo del Hijo del hombre es el que es creado por medio del Hijo del hombre.»

Los libros apócrifos de la Biblia

Después de los Concilios de Hipona (año 393) y Cartago (año 397) la lista de los libros que se tenía duda sobre si eran “inspirados o no” ascendía a aproximadamente 66. Estos no fueron aceptados en el canon de la “biblia oficial” por decirlo de algún modo. Te presentamos algunos de los más conocidos. (Si quieres ver la traducción completa da click en los nombres).


 
Han ejercido y ejercen un enorme influjo en la piedad e iconografía cristianas. Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica (recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica); el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos ha sido incluido entre los Evangelios canónicos.

Entre los textos apócrifos se cuentan numerosos Evangelios; entre ellos hay los que llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva a los que se atribuyen estos escritos, como el Evangelio de Tomás, del cual se encontraron antiguas copias en copto, manuscritas por una comunidad de cristianos gnósticos; otros fueron titulados por el supuesto contenido de la obra (Evangelio de la Verdad), por su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto) o por el grupo al que estuvieron destinados (Evangelio de los Hebreo, de los Griegos, etc.).

Apocalipsis de Pedro


La Apocalipsis de Pedro es un libro apócrifo neotestamentario, atribuido al apóstol Pedro, que data, según la mayoría de los estudiosos, del primer tercio del Siglo II. Jesús, en diálogo con sus discípulos, les refiere la suerte que las diversas personas correrán después de la muerte. Es la primera referencia al más allá en la literatura cristiana, y describe con detalle los tormentos que los condenados sufren en el infierno, así como el gozo extático de los bienaventurados en el paraíso.

La obra se ha conservado a través de dos manuscritos: uno etíope, en lengua ge'ez, y otro hallado en Ajmin, en Egipto, en lengua griega, en el mismo pergamino en que se ha transmitido también el Evangelio de Pedro. Parece que, aunque la obra original fue compuesta en griego, el texto etíope representa un estado más primitivo del texto. Entre los dos textos hay importantes diferencias.

La Apocalipsis de Pedro es considerada canónica por el Fragmento Muratoriano, hacia el año 170. Sin embargo, con posterioridad fue apartada del canon neotestamentario y considerada apócrifa. Según muchos eruditos, el Fragmento de Muratori fue compuesto en el siglo IV, haciendo ver su desconocido autor que era del Siglo II.

El Protoevangelio de Santiago


El Protoevangelio de Santiago es un evangelio apócrifo, escrito probablemente hacia el año 150. Aunque nunca fue incluido entre los evangelios canónicos, recoge leyendas que han sido admitidas como ortodoxas por algunas iglesias cristianas, tales como la natividad milagrosa de María, la localización del nacimiento de Jesús en una cueva o el martirio de Zacarías, padre de Juan el Bautista.

Se denomina protoevangelio porque narra hechos anteriores al nacimiento de Jesús. El humanista y jesuita francés Guillermo Postel, quien lo tradujo al latín y lo dio a conocer en Occidente, lo tomó por el prólogo al evangelio de Marcos. El texto tiene un epílogo en que se declara su autoría: "Y yo, Santiago, que he escrito esta historia [...]" El personaje mencionado aquí es, según la tradición, Santiago, pariente de Jesús, identificado por algunos con Santiago el Justo.

Los estudiosos actuales, sin embargo, creen que el texto fue escrito mucho más tarde, durante el siglo II, por un cristiano procedente del paganismo (desconoce las costumbres judías) y que ignoraba el hebreo, pues utilizó como fuente la Biblia griega de los Setenta. Es muy probable que utilizara también como fuentes los evangelios de Mateo y Lucas.

La primera mención de este evangelio se encuentra en las obras de Orígenes (muerto hacia el año 254), quien lo aduce para demostrar que los llamados "hermanos de Jesús" eran en realidad hijos de José con su anterior esposa, lo que significa que el texto era ya en el siglo III lo suficientemente antiguo como para ser tenido por auténtico por Orígenes. Aunque no se han encontrado menciones anteriores, la referencia de Justino Mártir, muerto en 165, al nacimiento de Jesús en una cueva, parece revelar que conoció la obra. Por su parte, Clemente de Alejandría, muerto en 215, asegura en uno de sus escritos que la virginidad de María fue constatada por una comadrona, en lo que puede ser una referencia a un episodio narrado en el capítulo XX del protoevangelio.

Pastor de Hermas


El Pastor de Hermas es una obra cristiana del siglo II que no forma parte del canon neotestamentario y que gozó de una gran autoridad durante los siglos II y III. Tertuliano e Ireneo de Lyon lo citan como «Escritura», el Codex Sinaiticus lo vincula al Nuevo Testamento y en el Codex Claromontanus figura entre los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo.

La primera versión de la obra fue escrita en griego, y de ella no se ha conservado el texto completo, pero inmediatamente fue traducida al latín quizás por su propio autor, Hermas de Roma. Se trata de un escrito perteneciente al género apocalíptico: el autor presenta sus ideas como si le hubiesen sido reveladas (apocalipsis=revelación, en griego) por dos personajes misteriosos: una anciana y un pastor. Precisamente de este último personaje toma nombre todo el libro.

En la primera parte, el autor ilustra la doctrina de la penitencia por medio de una serie de Visiones o revelaciones. Se le aparece una anciana matrona que va despojándose poco a poco de la vejez para mostrarse al final como una novia engalanada, símbolo de los elegidos de Dios. Esa matrona, como ella misma explica, es la Iglesia: parece anciana porque es la criatura más antigua de la creación, y porque la afean los pecados de los cristianos; pero se renueva gracias a la penitencia, hasta aparecer sin fealdad alguna. En la segunda parte, los Mandamientos, el ángel de la penitencia enseña a Hermas un resumen de la doctrina moral. En la tercera, llamada Comparaciones o semejanzas, se resuelven algunas cuestiones que inquietaban a los cristianos de aquella época.

En las siguientes lineas se recogen dos textos de esta obra. En el primero, correspondiente a la tercera visión, la anciana explica a Hermas el significado de una torre que se construye con piedras, de las que algunas son desechadas. Es una bella imagen para señalar la construcción de la Iglesia, en la que los cristianos—como decía San Pedro— son piedras vivas edificadas sobre el fundamento que es Cristo. Y para ser piedra viva, tiene una importancia fundamental la penitencia por los pecados.

Evangelio de Tomás


El Evangelio de Tomás es una colección de 114 dichos de Jesús que fue descubierto en 1.945 en el pueblo de Nag Hammadi en Egipto. Antes de este descubrimiento, muy poco se conocía de este Evangelio, escasamente, tres pequeños fragmentos de Oxyrynchus fechados en 200 d.C., y escasamente una media docena de menciones por parte de los Padres de la Iglesia. Los manuscritos descubiertos en Nag Hammadi están fechados alrededor de 340 d.C., aún cuando la composición original del mismo se sostiene entre 140 y 180 d.C.

Aun cuando el Evangelio de Tomás es tal vez el más temprano, más popular y el mejor Evangelio “Gnóstico” que exista, éste no pertenece al Nuevo Testamento debido a que fue escrito en el siglo 2º y ya todos los apóstoles Cristianos habían muerto. Este siglo 2º de su composición se demuestra por: (1) Su dependencia de más de la mitad de los escritos del Nuevo Testamento. (2) Su influencia Siria sucedida a mitad del siglo 2º. (3) Su naturaleza herética con matices gnósticos. (4) Su falta de referencia a estos por los tempranos padres de la Iglesia o testigos del siglo 1º. (5) Su desacuerdo y variantes del contexto de los Evangelios del Nuevo Testamento y escritos antes de que el siglo 1º terminara. (6) Su propia promoción como un libro apostólico que refleja un período de tiempo posterior. De hecho, aun cuando muchos seguidores argumentan el origen de este evangelio gnóstico en el siglo 1º, el evangelio refleja una edición posterior.

Aun cuando la composición final del Evangelio de Tomas es más del siglo 2º, existen algunas tradiciones que lo colocan en el siglo 1º y que puede ser independiente de los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Sin embargo y a la larga, este evangelio no nos da realmente mucha nueva información acerca del Jesús histórico comparada con la que ya tenemos en los Evangelios del Nuevo Testamento. Como podemos ver, este evangelio no es considerado como “El Quinto Evangelio” o como fuente más temprana o más confiable para una descripción de Jesús como los Evangelios del Nuevo Testamento los cuales fueron escritos antes de que terminara el siglo 1º.

Evangelio de Judas


Al apóstol Judas Iscariote se le ha tachado de traidor a lo largo de la historia, por haber entregado a Jesús a las autoridades. En los años setenta del siglo XX parece ser que un campesino, un buscador de tesoros, descubrió un códice que durante unos 1.700 años había permanecido oculto en el interior de una tumba o cueva a orillas del río Nilo y a las afueras de El Minya, en Egipto. El códice contenía un fragmento del Evangelio de Judas, que se creía desaparecido, en el que la figura de Judas cobra una nueva dimensión, pues resulta que fue el propio Jesús quien le pidió a Judas, su amigo y discípulo, que le entregara a las autoridades. El conjunto de papiros, en mal estado de conservación, pasó a manos de un anticuario egipcio, que no consiguió encontrar un comprador debido al elevado precio que reclamaba. La Fundación Maecenas, fundada en Basilea, adquirió los documentos en 2001 y posteriormente contactó con National Geographic Society, que se ocupó del estudio, difusión y restauración del Evangelio de Judas. Con el fin de garantizar su autenticidad se realizaron diversos estudios que incluyen la paleografía, la datación por radiocarbono y el análisis de la tinta.

En enero de 2006, National Geographic Society encargó a la compañía McCrone Associates, de Illinois, el análisis de la tinta contenida en el Evangelio de Judas, escrito en copto y que había sido datado en el siglo III o IV d.C. «Desde el principio éramos conscientes de que en abril, sólo tres meses después, se había convocado una rueda de prensa para dar a conocer el descubrimiento», comenta Joseph G. Barabe, microscopista y director del proyecto de investigación en McCrone Associates, a Historia National Geographic. Josep G. Barabe y su equipo de científicos están especializados en detectar falsificaciones. Ha trabajado para el FBI en un caso importante, detectando obras falsificadas de la artista afroamericana Clementine Hunter.

Los científicos comprobaron que la tinta contenía dos componentes, uno negro y otro marrón. La tinta negra había sido elaborada con negro de humo (o negro de hollín) y aglutinante de goma para fijar el pigmento, una fórmula clásica en la tinta del Antiguo Egipto, que ya se utilizaba en los primeros papiros o para realizar inscripciones en la cerámica. El componente marrón, en cambio, resultaba más complejo. Tenía el aspecto de las típicas tintas ferrogálicas, muy utilizadas en la Edad Media, pero la ausencia de azufre en su composición elemental resultó ser un problema, un obstáculo para confirmar la autenticidad del documento. «No lo entendíamos. Simplemente no encajaba con lo que habíamos visto hasta entonces. Sentí una enorme responsabilidad, no sólo con respecto a National Geographic Society, sino también con respecto a mi compañía. Si se trataba de una falsificación, no podía obviar el hecho y comprometer a ambas organizaciones; y si era auténtico, no quería afirmar erróneamente que lo era. Me quedaba despierto por la noche buscando desesperadamente una respuesta», explica Joseph G. Barabe.

Un antiguo certificado de matrimonio egipcio, cuyo estudio fue realizado por científicos del Museo del Louvre, fue la clave para autentificar el Evangelio de Judas, según se anunció a comienzos del pasado mes de abril en la 245 edición de la Sesión y Exposición Nacional de la Sociedad Americana de Química. «Si no hubiéramos encontrado un estudio del Louvre sobre la boda egipcia y contratos territoriales, que eran de la misma época y tenían tinta similar a la utilizada para grabar el Evangelio de Judas, hubiera sido mucho más difícil discernir su autenticidad», argumenta Joseph G. Barabe en un comunicado.

Este descubrimiento ha validado el resto de estudios y análisis realizados, que datan el Evangelio de Judas aproximadamente en el año 280 d.C. El equipo científico de Joseph G. Barabe insiste en que este hallazgo no prueba, más allá de toda duda, que el documento sea auténtico, pero sí que demuestra que no se trata de una falsificación.